domingo, 26 de mayo de 2019

MEMORIA, HISTORIA Y DERECHO


¿Qué es el tiempo? Algunos de nosotros podemos voltear a ver nuestro reloj intentado de esa forma comprender algo, que siendo tan cotidiano en nuestro día a día, es un tema complejo para desarrollar. El movimiento del segundero en el reloj de pared que se encuentra en la sala, no es el tiempo; los calendarios que se encuentran pegado fuera del refrigerador, tampoco nos dan el significado del tiempo. La agenda que tan comúnmente usamos para llevar un orden en nuestra vida laboral, tampoco es sinónimo de tiempo. Si bien los primeros de ellos muestran formas de medirlo, y el último de ellos es una herramienta para organizarnos a través de su incesante transcurrir, los mismos distan del cometido que nos llevara a comprender su naturaleza.

De acuerdo a las enseñanzas que se imparten dentro del sistema educativo nacional, es común que al educando en sus más tempranas fases de formación se le mencione, e inculque la concepción de que el tiempo puede comprenderse como una línea que flota en el horizonte; lo que está a la izquierda del campo de visión es lo que podemos comprender como el pasado, lo que se encuentra en el centro de nuestro campo de visión y que se agota en cada respiración realizada es lo que podemos comprender como el presente, y lo que se observa en la parte derecha de nuestro campo de visión es lo que nos enseñan es el futuro. Y que el transcurrir constante de cada segundo de nuestra existencia, es lo que podemos considerar como el tiempo. Y que su mayor exponente es la transición constante entre el día y la noche. Ejercicio conceptual que nos puede servir para desarrollarnos de forma apta en sociedad, pero que queda corto cuando nos damos cuenta de que un presidente de los Estados Unidos de América propuso la implementación del horario de verano, con la intención de aprovechar la iluminación natural y ahorrar carbón, cambiando con ello la percepción del tiempo entre las personas –aclarando que la modificación incide en los husos horarios, y como consecuencia de ello contrasta con nuestra percepción natural del tiempo-, o incluso algo más complejo; como cuando se llega a comprender que el simple hecho de ver el cielo en una noche estrellada, nos hace observar el brillo de incandescentes estrellas, las cuales pudiesen haber desaparecido miles de años atrás. Lo que indudablemente nos trae alusión a que dentro del campo de la física teórica, especialmente por las aportaciones de Albert Einsten, el tiempo es considerado como la cuarta dimensión (espacio-tiempo) dentro de la Teoría de la Relatividad; y que bajo postulados de la misma que versan sobre el hecho de que los objetos que se desplazan a mayor cercanía de la velocidad de la luz, la percepción del tiempo se desfaza con respecto a los objetos que se encuentran estáticos en relación al objeto observado; trae como consecuencia que la definición ontológica de lo que es el tiempo resulte con ciertas particularidades; y sea mucho más profunda que lo que nos enseñan de forma ordinaria en nuestra siempre bella infancia.

Para efectos prácticos, podemos considerar el tiempo, como la percepción que un individuo o grupo social tiene, en relación al movimiento de rotación (día-noche) y traslación (estaciones del año) de la tierra con respecto al sol, y sus efectos en el individuo o grupo social (ciclos de sueño, husos horarios, cambios climáticos, etc).

En tal sentido, el hombre moderno está consciente de que el tiempo transcurre de forma constante, cada segundo, minuto, hora, día, mes, año; conoce sus efectos y por lo mismo tiene memoria de su existencia.

¿Qué es la memoria? El hombre desde un punto Darwinista, a lo largo de miles de años ha venido evolucionando, en una versión mejor de sí mismo. Si bien es cierto que desde el Australopitecus hasta el hombre moderno existen millones de años de evolución; una de las características claves del proceso evolutivo que en el género humano fue trascendental para lograr dar el siguiente paso en el enmarañado evolutivo, fue la memoria; esto es así debido a que nuestros antepasados más remotos tuvieron que hacer gala de sus habilidades cognitivas para poder enfrentar las adversidades que el mundo prehistórico les deparaba día con día. La memoria fue un punto clave para poder salir avante. El conocimiento adquirido era heredado por  el grupo social a través de procesos de observación rudimentarios, lo que incentivo en gran medida el surgimiento de una memoria colectiva o social, que sirvió como base para una poca desarrollada división del trabajo y sentando las bases para lo que en el futuro caracterizaría al hombre; ser un individuo gregario.

Este desarrollo primitivo del grupo social, fue apoyado en gran medida por la memoria y un básico desarrollo del lenguaje. Siendo este último, a medida que fue aumentando su complejidad, también fue exigiendo el desarrollo cognitivo de habilidades intelectuales superiores; las cuales gracias a la memoria fueron las causantes de que posteriormente nuestros antepasados llegaran a convertirse a lo que actualmente se le conoce como homo sapiens sapiens. Si bien es cierto que en el mundo antiguo, la memoria colectiva era la forma de atesorar el conocimiento, a través de la tradición oral por medio de la transmisión de ancianos a jóvenes; ese sistema se encontraba limitado a la capacitad memorística y narrativa de la persona que transmitía el mensaje. Siendo hasta la invención de la escritura cuneinforme por parte de los Sumerios, que la memoria colectiva pudo ser atesorada de forma más eficiente, dando nacimiento a lo que actualmente conocemos como Historia.

En el momento que el hombre puede almacenar el conocimiento de sus antecesores, logran sentarse las bases para el comienzo y desarrollo de las grandes civilizaciones; el inicio de la forma de comunicación escrita siempre será un punto de vital importancia el cual permitió consolidar la vida del hombre en sociedad.

A partir del desarrollo de la escritura, la vida en sociedad comenzó a ser regulada por medio de designios que eran establecidos por los grupos dominantes. El código de Hammurabi en Babilonia es un claro ejemplo como el desarrollo de la vida en las sociedades antiguas, siempre busco ser regulado por una normatividad que permitiera el correcto desarrollo del individuo dentro del grupo social. Podríamos mencionar que en ese momento surge la Historia del Derecho.

¿El presente respira por la historia? Si nos percatamos que desde el momento que el hombre comenzó a guardar en su memoria los hechos ocurridos en el transcurso de su vida -de su pasado en la concepción básica y lineal que tenemos del tiempo- y comenzó a trasmitir ese conocimiento, primero de forma oral y posteriormente de forma escrita, con un fin utilitario, resulta a todas luces innegable que nuestra forma de vida presente, es moldeada por los hechos ocurridos en el pasado, los cuales fueron trasmitidos a las nuevas generaciones por medio de la tradición oral o escrita. Cuando una sociedad es consciente de su propia historia, está en condiciones de evitar errores y replicar aciertos, lo que beneficia de forma directa la vida en el grupo social. Pues como dice un antiguo principio aquel que no conoce su historia, está obligado a repetirla.

¿Recordamos mal? ¿Quién escribe la historia? ¿La historia es escrita por los vencedores? ¿Lo que está escrito, es lo que realmente aconteció? Lamentablemente la historia, al igual que la mayoría de las ciencias sociales, siempre viene decorada con un amplio margen de subjetividad. La historia surge a partir del comienzo de la escritura, momento en el cual los primeros hombres comenzaron a plasmar en estelas, piedras o papiros, las hazañas realizadas por los miembros de su grupo social, cosmovisiones teologicas, o inclusive normas de conducta; por obvias razones quienes realizaban dicha actividad eran los miembros que tenían conocimiento del alfabeto, cual artistas, plasmaban la apreciación de los hechos, de acuerdo a su interpretación personal, teniendo siempre la autorización del grupo gobernante; surgiendo desde esos momentos lo que podríamos considerar como la historia oficial.

Ha sido práctica común en múltiples sociedades antiguas y modernas, que los grupos que se encuentran en la cúpula del poder, han buscado influir en la forma en que sus ciudadanos conocen la historia del país. Héroes se erigen y Héroes desaparecen, todo por decisión del grupo dominante. Situación que afecta la veracidad de las fuentes históricas; puesto que si desde el momento que los hechos fueron plasmados, ya la información se encuentra viciada, los resultados obtenidos a través de ella serán, la mayor parte de las veces, incorrectos. Un condicionamiento sistemático al más puro estilo de George Orwell que en su novela 1984 vislumbro una sociedad distópica con muchas semejanzas a nuestra sociedades modernas, nos demuestra que es imposible negar la máxima que establece que la historia siempre es escrita por los vencedores; de no ser asi, es probable que la Biblioteca de Alejandría hubiese seguido existiendo hasta nuestros días.

No podemos tener certeza de que lo que se encuentra plasmado en un documento, es realmente lo que aconteció, pues aunque el autor no quiera obrar de mala fe y realice su actividad dentro de los más altos estándares éticos y profesionales; nunca podremos corroborar que tan fidedigna puede resultar la información obtenida. Platón describió la Atlántida como un continente que existió realmente; muchas personas toman a la biblia como fuente del conocimiento absoluto existiendo corrientes religiosas en extremo creacionistas, que incluso manifiestan que los dinosaurios son descritos en la biblia; el libro de mormón incluso utiliza el dicho de varios testigos para describir y validar la existencia de las planchas de oro en poder del profeta José Smith; El exquisito Quijote de Cervantes, que en cada prosa destila riqueza cultural, fue desarrollado en la imaginación del Manco de Lepanto originado por su fascinación de las obras caballerescas y que si bien contiene grandes principios de vida; todo se originó en la mente del escritor.

En una diligencia donde un fedatario público describe de forma directa lo que aprecian sus sentidos, y que lo narrado por él tiene valor probatorio pleno dentro de cualquier proceso jurisdiccional; tampoco nos brinda la certeza de que lo ahí expuesto sea lo que verdaderamente sucedió; las malas prácticas han originado que los fedatarios públicos tergiversen los hechos, narren hechos falsos, revivan muertos, realicen actos traslativos de dominio sin el consentimiento de los propietarios del bien jurídico; en tal sentido, tener la certeza de lo que realmente aconteció en una situación histórica determinada; es algo realmente complicado. Si a eso le añadimos, el paso del tiempo, y los defectos que se pueden encontrar en los registros antiguos, ya sea por el daño del material donde se plasmó el hecho histórico, las malas condiciones de almacenaje o la modificación del propio lenguaje a lo largo del tiempo; poner al historiador en una encrucijada difícil de superar.

Por fortuna, el estudioso de la historia del derecho, tiene un campo de estudio delimitado, y gracias a ello, el riesgo de la subjetividad o falsa información que el historiador común y corriente encuentra de forma constante, no afecta tanto en el ámbito jurídico. Estudiar las Leyes, Sentencias, Instituciones Jurídicas; en base a los documentos oficiales, libros, doctrina; respetando el método científico y verificando que la información objeto de estudio sea fidedigna, logra convertir a la historia del derecho en una rama de la Ciencia Jurídica.  

Tal como lo hizo Francisco Javier Clavijero, el estudioso de la historia del derecho, deberá indagar a fondo, para encontrar las fuentes que le merezcan su entera confianza, buscando generar un trabajo que tenga como objetivo difundir la verdad; un estudio comparativo a través del tiempo, de cómo las instituciones y normas jurídicas han ido evolucionando hasta los sistemas jurídicos contemporáneos.

¿Por qué es importante la historia para el abogado? La Abogacía es una profesión de gente honorable, comprometida con su persona, con sus semejantes y con su País, eso es lo que nos han heredado los grandes estudiosos del derecho a lo largo de la historia. Estoy sentando sobre los hombros de gigantes, señaló Newton, en una carta personal. Una sola frase que es digna de ser analizada y que da muestras de la humildad que una de las mentes más brillantes de la historia tenia para con sus antecesores. Cualquier avance científico no puede ser analizado como un hecho aislado, como acto de inspiración o como un simple golpe de suerte. Nuestro conocimiento es producto del choque entre las aportaciones de nuestros antecesores y nuestra psique, esa confrontación, es dialéctica pura. Que sería de Claux Roxin, sin las aportaciones del Marqués de Becaria; Norberto Bobbio, sin las aportaciones de Solón; Carl Schmitt sin Montesquieu. Esa herencia jurídica que ha llegado a nuestros días por medio de las aportaciones de insignes juristas, cúmulo de conocimientos vivos y atemporales, es lo que se ha ido moldeando a lo largo de centurias y que la aportación de forma particular, dentro de su esfera de especialidad, de cada uno de nuestros antecesores es lo que ha marcado la distinción de calidad, que ha tenido como resultado que sean considerados ilustres abogados.

La profesión jurídica a criterio personal, es una de las actividades más nobles y bellas que puede desarrollar el hombre. La abogacía en sentido estricto, te permite poner a prueba los conocimientos adquiridos en tu formación académica, ante el Juez más implacable que puedan llegar a enfrentar: la vida misma.

Sin embargo, la sociedad actual, ha olvidado  la grandeza de la profesión. No recuerdan que la realidad en la que se desenvuelven fue moldeada gracias a la actividad profesional de cientos de abogados a lo largo de la historia. La sociedad no comprende la grandeza de la Institución.

Aquí es donde el estudio de la historia del derecho como ciencia jurídica, cobra vital importancia en el desarrollo profesional del Abogado; pues todo estudioso del derecho es heredero de la Gran Obra Jurídica y tiene la obligación de perfeccionarla. Continuar puliendo el conocimiento jurídico, para que las siguientes generaciones logren llegar, a donde el estudioso del derecho no pudo a lo largo de su existencia. La vida es efímera, pero la idea es eterna. El abogado que no comprende el deber moral de continuar con el desarrollo y perfeccionamiento de la Ciencia Jurídica, no puede considerarse un verdadero abogado; y en ese tenor el estudio de la historia del derecho es una piedra angular para todo profesional del derecho que tenga el deseo de consagrarse como un verdadero jurista.

El abogado debe ser luz en la oscuridad. Debe ser guía y hacedor de caminos. El abogado debe velar por sus semejantes, por sobre los intereses materiales; y por sobre todas las cosas, ser investigador de la Ciencia Jurídica y por consiguiente de la historia del derecho y de la realidad en que se desenvuelve. Porque solo investigando podrá realizar la aportación que la Ciencia Jurídica le exige, para ser considerado realmente abogado. El abogado debe ser un investigador de la vida; del hoy, del ayer y por sobre todo, del mañana. En sus manos esta moldear el futuro de sus semejantes, con la renovación y adecuación de las instituciones sociales.

Un abogado culto, conocedor de la Ciencia del Derecho, con el deseo de investigar y aportar a la Ciencia Jurídica, con un análisis crítico depurado, con un sólido sistema de principios éticos, un deseo sincero de buscar el bien común y por sobre todo un alto sentido de la responsabilidad y capacidad para el trabajo; son los elementos necesarios mínimos para que esté en condiciones de cumplir con la obligación moral de realizar una aportación jurídica valiosa a la Ciencia del Derecho. El camino será arduo y la satisfacción será personal. No por ello el abogado debe desistir de su tarea, pues el deber debe ser cumplido. De ahí que la historia del derecho, resulte un pilar fundamental para todo abogado que quiera consagrarse en continuar perfeccionando la Ciencia Jurídica, ello en beneficio de su persona, su familia y por consiguiente de toda la sociedad.

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