¿Qué
es el tiempo? Algunos de nosotros podemos voltear a ver nuestro reloj intentado
de esa forma comprender algo, que siendo tan cotidiano en nuestro día a día, es
un tema complejo para desarrollar. El movimiento del segundero en el reloj de
pared que se encuentra en la sala, no es el tiempo; los calendarios que se
encuentran pegado fuera del refrigerador, tampoco nos dan el significado del
tiempo. La agenda que tan comúnmente usamos para llevar un orden en nuestra
vida laboral, tampoco es sinónimo de tiempo. Si bien los primeros de ellos
muestran formas de medirlo, y el último de ellos es una herramienta para
organizarnos a través de su incesante transcurrir, los mismos distan del
cometido que nos llevara a comprender su naturaleza.
De
acuerdo a las enseñanzas que se imparten dentro del sistema educativo nacional,
es común que al educando en sus más tempranas fases de formación se le
mencione, e inculque la concepción de que el tiempo puede comprenderse como una
línea que flota en el horizonte; lo que está a la izquierda del campo de visión
es lo que podemos comprender como el
pasado, lo que se encuentra en el centro de nuestro campo de visión y que
se agota en cada respiración realizada es lo que podemos comprender como el presente, y lo que se observa en la
parte derecha de nuestro campo de visión es lo que nos enseñan es el futuro. Y que el transcurrir
constante de cada segundo de nuestra existencia, es lo que podemos considerar
como el tiempo. Y que su mayor
exponente es la transición constante entre el día y la noche. Ejercicio
conceptual que nos puede servir para desarrollarnos de forma apta en sociedad,
pero que queda corto cuando nos damos cuenta de que un presidente de los
Estados Unidos de América propuso la implementación del horario de verano, con
la intención de aprovechar la iluminación natural y ahorrar carbón, cambiando
con ello la percepción del tiempo entre las personas –aclarando que la
modificación incide en los husos horarios, y como consecuencia de ello
contrasta con nuestra percepción natural del tiempo-, o incluso algo más
complejo; como cuando se llega a comprender que el simple hecho de ver el cielo
en una noche estrellada, nos hace observar el brillo de incandescentes
estrellas, las cuales pudiesen haber desaparecido miles de años atrás. Lo que
indudablemente nos trae alusión a que dentro del campo de la física teórica,
especialmente por las aportaciones de Albert Einsten, el tiempo es considerado
como la cuarta dimensión (espacio-tiempo) dentro de la Teoría de la
Relatividad; y que bajo postulados de la misma que versan sobre el hecho de que
los objetos que se desplazan a mayor cercanía de la velocidad de la luz, la
percepción del tiempo se desfaza con respecto a los objetos que se encuentran
estáticos en relación al objeto observado; trae como consecuencia que la
definición ontológica de lo que es el
tiempo resulte con ciertas particularidades; y sea mucho más profunda que
lo que nos enseñan de forma ordinaria en nuestra siempre bella infancia.
Para
efectos prácticos, podemos considerar el
tiempo, como la percepción que un individuo o grupo social tiene, en
relación al movimiento de rotación (día-noche) y traslación (estaciones del
año) de la tierra con respecto al sol, y sus efectos en el individuo o grupo
social (ciclos de sueño, husos horarios, cambios climáticos, etc).
En
tal sentido, el hombre moderno está consciente de que el tiempo transcurre de forma constante, cada segundo, minuto,
hora, día, mes, año; conoce sus efectos y por lo mismo tiene memoria de su existencia.
¿Qué
es la memoria? El hombre desde un punto Darwinista, a lo largo de miles de años
ha venido evolucionando, en una versión mejor de sí mismo. Si bien es cierto
que desde el Australopitecus hasta el
hombre moderno existen millones de años de evolución; una de las características
claves del proceso evolutivo que en el género humano fue trascendental para
lograr dar el siguiente paso en el enmarañado evolutivo, fue la memoria; esto
es así debido a que nuestros antepasados más remotos tuvieron que hacer gala de
sus habilidades cognitivas para poder enfrentar las adversidades que el mundo
prehistórico les deparaba día con día. La memoria fue un punto clave para poder
salir avante. El conocimiento
adquirido era heredado por el grupo
social a través de procesos de observación rudimentarios, lo que incentivo en
gran medida el surgimiento de una memoria colectiva o social, que sirvió como
base para una poca desarrollada división del trabajo y sentando las bases para
lo que en el futuro caracterizaría al hombre; ser un individuo gregario.
Este
desarrollo primitivo del grupo social, fue apoyado en gran medida por la memoria
y un básico desarrollo del lenguaje. Siendo este último, a medida que fue
aumentando su complejidad, también fue exigiendo el desarrollo cognitivo de
habilidades intelectuales superiores; las cuales gracias a la memoria fueron las causantes de que posteriormente nuestros
antepasados llegaran a convertirse a lo que actualmente se le conoce como homo sapiens sapiens. Si bien es cierto
que en el mundo antiguo, la memoria
colectiva era la forma de atesorar el conocimiento, a través de la tradición
oral por medio de la transmisión de ancianos a jóvenes; ese sistema se
encontraba limitado a la capacitad memorística y narrativa de la persona que
transmitía el mensaje. Siendo hasta la invención de la escritura cuneinforme por parte de los Sumerios,
que la memoria colectiva pudo ser atesorada de forma más eficiente, dando
nacimiento a lo que actualmente conocemos como Historia.
En
el momento que el hombre puede almacenar el conocimiento de sus antecesores,
logran sentarse las bases para el comienzo y desarrollo de las grandes
civilizaciones; el inicio de la forma de comunicación escrita siempre será un
punto de vital importancia el cual permitió consolidar la vida del hombre en sociedad.
A
partir del desarrollo de la escritura, la vida en sociedad comenzó a ser
regulada por medio de designios que eran establecidos por los grupos
dominantes. El código de Hammurabi en
Babilonia es un claro ejemplo como el desarrollo de la vida en las sociedades
antiguas, siempre busco ser regulado por una normatividad que permitiera el
correcto desarrollo del individuo dentro del grupo social. Podríamos mencionar
que en ese momento surge la Historia del
Derecho.
¿El
presente respira por la historia? Si nos percatamos que desde el momento que el
hombre comenzó a guardar en su memoria los hechos ocurridos en el transcurso de
su vida -de su pasado en la
concepción básica y lineal que tenemos del tiempo- y comenzó a trasmitir ese
conocimiento, primero de forma oral y posteriormente de forma escrita, con un
fin utilitario, resulta a todas luces innegable que nuestra forma de vida
presente, es moldeada por los hechos ocurridos en el pasado, los cuales fueron
trasmitidos a las nuevas generaciones por medio de la tradición oral o escrita.
Cuando una sociedad es consciente de su propia historia, está en condiciones de
evitar errores y replicar aciertos, lo que beneficia de forma directa la vida
en el grupo social. Pues como dice un antiguo principio aquel que no conoce su historia, está obligado a repetirla.
¿Recordamos
mal? ¿Quién escribe la historia? ¿La historia es escrita por los vencedores?
¿Lo que está escrito, es lo que realmente aconteció? Lamentablemente la
historia, al igual que la mayoría de las ciencias sociales, siempre viene
decorada con un amplio margen de subjetividad. La historia surge a partir del
comienzo de la escritura, momento en el cual los primeros hombres comenzaron a
plasmar en estelas, piedras o papiros, las hazañas realizadas por los miembros
de su grupo social, cosmovisiones teologicas, o inclusive normas de conducta;
por obvias razones quienes realizaban dicha actividad eran los miembros que
tenían conocimiento del alfabeto, cual artistas, plasmaban la apreciación de
los hechos, de acuerdo a su interpretación personal, teniendo siempre la
autorización del grupo gobernante; surgiendo desde esos momentos lo que
podríamos considerar como la historia
oficial.
Ha
sido práctica común en múltiples sociedades antiguas y modernas, que los grupos
que se encuentran en la cúpula del poder, han buscado influir en la forma en
que sus ciudadanos conocen la historia del país. Héroes se erigen y Héroes
desaparecen, todo por decisión del grupo dominante. Situación que afecta la
veracidad de las fuentes históricas; puesto que si desde el momento que los
hechos fueron plasmados, ya la información se encuentra viciada, los resultados
obtenidos a través de ella serán, la mayor parte de las veces, incorrectos. Un
condicionamiento sistemático al más puro estilo de George Orwell que en su
novela 1984 vislumbro una sociedad
distópica con muchas semejanzas a nuestra sociedades modernas, nos demuestra
que es imposible negar la máxima que establece que la historia siempre es
escrita por los vencedores; de no ser asi, es probable que la Biblioteca de Alejandría
hubiese seguido existiendo hasta nuestros días.
No
podemos tener certeza de que lo que se encuentra plasmado en un documento, es
realmente lo que aconteció, pues aunque el autor no quiera obrar de mala fe y
realice su actividad dentro de los más altos estándares éticos y profesionales;
nunca podremos corroborar que tan fidedigna puede resultar la información
obtenida. Platón describió la Atlántida
como un continente que existió realmente; muchas personas toman a la biblia como fuente del conocimiento
absoluto existiendo corrientes religiosas en extremo creacionistas, que incluso
manifiestan que los dinosaurios son descritos en la biblia; el libro de mormón incluso
utiliza el dicho de varios testigos para describir y validar la existencia de
las planchas de oro en poder del profeta José Smith; El exquisito Quijote de
Cervantes, que en cada prosa destila riqueza cultural, fue desarrollado en la
imaginación del Manco de Lepanto
originado por su fascinación de las obras caballerescas y que si bien contiene
grandes principios de vida; todo se originó en la mente del escritor.
En
una diligencia donde un fedatario público describe de forma directa lo que
aprecian sus sentidos, y que lo narrado por él tiene valor probatorio pleno
dentro de cualquier proceso jurisdiccional; tampoco nos brinda la certeza de
que lo ahí expuesto sea lo que verdaderamente sucedió; las malas prácticas han
originado que los fedatarios públicos tergiversen los hechos, narren hechos
falsos, revivan muertos, realicen actos traslativos de dominio sin el
consentimiento de los propietarios del bien jurídico; en tal sentido, tener la
certeza de lo que realmente aconteció en una situación histórica determinada;
es algo realmente complicado. Si a eso le añadimos, el paso del tiempo, y los
defectos que se pueden encontrar en los registros antiguos, ya sea por el daño
del material donde se plasmó el hecho histórico, las malas condiciones de
almacenaje o la modificación del propio lenguaje a lo largo del tiempo; poner
al historiador en una encrucijada difícil de superar.
Por
fortuna, el estudioso de la historia del derecho, tiene un campo de estudio
delimitado, y gracias a ello, el riesgo de la subjetividad o falsa información
que el historiador común y corriente encuentra de forma constante, no afecta
tanto en el ámbito jurídico. Estudiar las Leyes, Sentencias, Instituciones
Jurídicas; en base a los documentos oficiales, libros, doctrina; respetando el
método científico y verificando que la información objeto de estudio sea
fidedigna, logra convertir a la historia del derecho en una rama de la Ciencia Jurídica.
Tal como lo hizo Francisco Javier Clavijero,
el estudioso de la historia del derecho, deberá indagar a fondo, para encontrar
las fuentes que le merezcan su entera confianza, buscando generar un trabajo que
tenga como objetivo difundir la verdad; un estudio comparativo a través del
tiempo, de cómo las instituciones y normas jurídicas han ido evolucionando
hasta los sistemas jurídicos contemporáneos.
¿Por
qué es importante la historia para el abogado? La Abogacía es una profesión de
gente honorable, comprometida con su persona, con sus semejantes y con su País,
eso es lo que nos han heredado los grandes estudiosos del derecho a lo largo de
la historia. Estoy sentando sobre los hombros de gigantes, señaló Newton, en
una carta personal. Una sola frase que es digna de ser analizada y que da
muestras de la humildad que una de las mentes más brillantes de la historia
tenia para con sus antecesores. Cualquier avance científico no puede ser
analizado como un hecho aislado, como acto de inspiración o como un simple
golpe de suerte. Nuestro conocimiento es producto del choque entre las
aportaciones de nuestros antecesores y nuestra psique, esa confrontación, es dialéctica pura. Que sería de Claux
Roxin, sin las aportaciones del Marqués de Becaria; Norberto Bobbio, sin las
aportaciones de Solón; Carl Schmitt sin Montesquieu. Esa herencia jurídica que
ha llegado a nuestros días por medio de las aportaciones de insignes juristas,
cúmulo de conocimientos vivos y atemporales, es lo que se ha ido moldeando a lo
largo de centurias y que la aportación de forma particular, dentro de su esfera
de especialidad, de cada uno de nuestros antecesores es lo que ha marcado la
distinción de calidad, que ha tenido como resultado que sean considerados ilustres abogados.
La
profesión jurídica a criterio personal, es una de las actividades más nobles y
bellas que puede desarrollar el hombre. La abogacía en sentido estricto, te
permite poner a prueba los conocimientos adquiridos en tu formación académica,
ante el Juez más implacable que puedan llegar a enfrentar: la vida misma.
Sin
embargo, la sociedad actual, ha olvidado
la grandeza de la profesión. No recuerdan que la realidad en la que se
desenvuelven fue moldeada gracias a la actividad profesional de cientos de
abogados a lo largo de la historia.
La sociedad no comprende la grandeza de la Institución.
Aquí
es donde el estudio de la historia del
derecho como ciencia jurídica, cobra vital importancia en el desarrollo
profesional del Abogado; pues todo estudioso del derecho es heredero de la Gran Obra Jurídica y tiene la obligación
de perfeccionarla. Continuar puliendo el conocimiento jurídico, para que las
siguientes generaciones logren llegar, a donde el estudioso del derecho no pudo
a lo largo de su existencia. La vida es efímera, pero la idea es eterna. El abogado que no comprende el deber moral de
continuar con el desarrollo y perfeccionamiento de la Ciencia Jurídica, no
puede considerarse un verdadero abogado; y en ese tenor el estudio de la historia del derecho es una piedra
angular para todo profesional del derecho que tenga el deseo de consagrarse
como un verdadero jurista.
El
abogado debe ser luz en la oscuridad. Debe ser guía y hacedor de caminos. El
abogado debe velar por sus semejantes, por sobre los intereses materiales; y
por sobre todas las cosas, ser investigador de la Ciencia Jurídica y por
consiguiente de la historia del derecho
y de la realidad en que se desenvuelve. Porque solo investigando podrá realizar
la aportación que la Ciencia Jurídica le exige, para ser considerado realmente
abogado. El abogado debe ser un investigador de la vida; del hoy, del ayer y
por sobre todo, del mañana. En sus manos esta moldear el futuro de sus
semejantes, con la renovación y adecuación de las instituciones sociales.
Un
abogado culto, conocedor de la Ciencia del Derecho, con el deseo de investigar
y aportar a la Ciencia Jurídica, con un análisis crítico depurado, con un
sólido sistema de principios éticos, un deseo sincero de buscar el bien común y por sobre todo un alto
sentido de la responsabilidad y capacidad para el trabajo; son los elementos
necesarios mínimos para que esté en
condiciones de cumplir con la obligación moral de realizar una aportación
jurídica valiosa a la Ciencia del Derecho. El camino será arduo y la
satisfacción será personal. No por ello el abogado debe desistir de su tarea,
pues el deber debe ser cumplido. De ahí que la historia del derecho, resulte un
pilar fundamental para todo abogado que quiera consagrarse en continuar
perfeccionando la Ciencia Jurídica, ello en beneficio de su persona, su familia
y por consiguiente de toda la sociedad.